La industria textil durante el franquismo (entrevistas)
Béjar apoyó al bando sublevado encuadrándose en la llamada zona nacional. Es evidente que la clase empresarial se mostró entusiasta con la nueva realidad económica, pues se convirtió en la principal abastecedora de los paños destinados al ejército golpista, mientras que Cataluña destinaba su producción al republicano.
La instauración del régimen franquista pr
opició la
continuación de la senda iniciada en la guerra civil. La competencia
catalana quedó prácticamente anulada por causas económicas, ya que el sector
textil sufrió muchas pérdidas durante la guerra (destrucciones de fábricas y
maquinaria, falta de mano de obra y financiación para el inicio de nuevos
negocios o restauración de los existentes anteriormente). Además, la
política económica del primer Franquismo, basada en la autarquía y la
autosuficiencia nacional (un auténtico fracaso), favoreció a la industria
textil, pues impedía las importaciones y primaba la producción nacional.
Las motivaciones políticas también tuvieron
su peso. Se consideraba ilógico, según la mentalidad del
régimen, que el ejército comprara tejidos a los empresarios
catalanes considerados traidores a la causa, mientras que Béjar
había sido fiel a los principios del movimiento nacional. Esta situación
propició la llegada de técnicos catalanes (Díaz Trías, Farrás,
Mussons, Rocamora, Gilart…) que trabajaron en un principio en otras fábricas
para, posteriormente, abrir sus propios negocios. Todo ello dio lugar al gran
desarrollo económico de Béjar, llamada por entonces
la Ciudad del Dólar. Desde el punto de vista socio-
económico la situación de bonanza económica favoreció a la clase
empresarial y en parte a los trabajadores, pues disponían al menos de un
trabajo para poder sobrevivir. Sin embargo, los sueldos eran bajos, incapaces
de alimentar a las hambrientas y crecientes familias de los años 40. A pesar
de que la clase obrera tenía mejores condiciones que en otras zonas de la
península, el hambre, el estraperlo, las cartillas de racionamiento
predominaban en Béjar, al igual que en el resto del territorio
nacional. Por otro lado, se siguió dependiendo de
las contratas militares sin grandes inversiones en renovación de maquinaria,
con dedicación única a la producción lanera y sin explorar la producción con
otro tipo de fibras. En suma: se seguía con las mismas deficiencias
anteriores al conflicto nacional. Con el paso del tiempo el régimen franquista fue cambiando su política económica, suprimiendo el proteccionismo que tanto nos había beneficiado. La política liberal de los tecnócratas y los cambios en la mentalidad dieron entrada a cambios en los modos de vestir, generalizándose las fibras sintéticas y los tejidos frescos frente a nuestros gruesos paños. Los catalanes, a pesar de Franco, resurgieron económicamente y las contratas de Béjar con el ejército se fueron reduciendo. La producción textil comenzó a hundirse al ser incapaz de encontrar nuevos clientes. Todo esto, unido a otras causas como
la mala gestión empresarial, la eliminación de los aranceles de los
productos traídos de Asia, la deslocalización con reducción de los costes
laborales y un aumento de los beneficios empresariales, han propiciado la crisis
del sector. Los deficientes medios de transporte tampoco ayudaron a la
expansión de nuestras factorías, a diferencia de las estupendas redes de
comunicaciones que poseían nuestros competidores catalanes y valencianos. La
unión por carretera con Salamanca y Plasencia siempre fue precaria, al igual
que el ferrocarril, una infraestructura anticuada, olvidada por los
diferentes regímenes políticos (Franquismo, primeros gobiernos democráticos),
una vía de comunicación carente de rentabilidad económica. A su vez la propia
sociedad de consumo iniciada en los años 60 generó un cambio en los hábitos
de compra. Surgen artículos textiles de usar y tirar, de uso
temporal. Se elimina el concepto de calidad, buscándose el cambio
continuo y al menor precio posible, propiciándose que nuestro sector textil
haya pasado del edén de los años 40 al estado de crisis permanente. Aun con
todo, todavía podemos presumir de industrias textiles en funcionamiento,
tal es el caso de las fábricas de Farrás, Rafael Díaz y Bruno (fundadas a
principios del siglo XIX), Tejeda, Bermejo o Manufacturas S.A. |
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